El pueblito

Decían muchos por ahí, que en ese lugar jugaban las almas en pena, que una monja lloraba frente a la virgen cada noche, que bajo esas tierras corría un río que se llevo consigo varios cuentos como este. Otros decían que aquel árbol que poseía estaba maldito, que si uno osaba tocarlo estaría condenado de por vida.

Se comentaba también que cada vez que alguien era llamado por las llagas de muerte al cabo de algunos días, dos personas más le acompañaban en el lecho. Que los juegos se divertían solos, que los perros le aullaban a la penumbra de la noche sin argumentos.

Y la fábrica que no olvida sus recuerdos cada noche vuelve a tomar vida.

Dicen que sus campos los recorre un animal no muy amigable que solo parece cuando todas las velas no arden, y se adueña de la sangre de las gallinas y de la carne de los vacunos.

En ese pueblo donde se dice no haber mucha tecnología pero las noticias vuelan mucho mas rápido que con cualquier artefacto.

Dicen que el llanto de una mujer se expande por el camino subiendo a la iglesia, y que el hablar y concurrir de las energías no termina nunca.

Donde se derrumbo una escuela que estaba construida sobre un privado cementerio de una rica familia alemana, que las calles que cada día soportan antiguamente era un cruel vertedero. Donde cada persona conoce bien a la otra sin nunca haber mencionado el nombre, donde las licoreras de día venden pan, donde los bares al llegar el medio día se convierten en comunes casas y donde los zapatos cuelgan del alambrado.

Aquí es donde cada familia busca su acomodo, en un pequeño pueblito cerca de la ciudad.

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